lunes, 17 de octubre de 2011

Superstición, ideología dominante y edad oscura en FB

Superstición, ideología dominante y edad oscura


Kali Yuga, la edad oscura la llaman en la tradición hinduista a la era actual y designa  principalmente una era en que se pierde la humanidad, y reinan los bajos instintos y tendencias, se pierde el sentido de equidad y por lo tanto de respeto mutuo entre personas que de alguna manera se relacionan por un lapso – fuere este corto- de tiempo.
Hace poco tuve un intercambio un tanto molesto con alguien que imaginé  joven, vía FB , de  expresión un tanto apasionada y totalitaria, a propósito de cáncer, terapia oficial y terapias alternativas. Tengo que aclarar que mi madre murió con un cáncer, no sé si producto de ello o por otras razones que no cabe explayar ni tienen cabida en este escrito.

Primero:
Es un tanto irritante que en estas así llamadas redes sociales – que dicho sea de paso reportan jugosas ganancias a su “inventor” quien vende información de sus usuarios ya que según las condiciones de uso le pertenecen per secula seculorum. Es irritante, digo, que gente que no conoces opine sobre temas que pusieron gente que tú sí conoces. Y bueno, si es algo que aporta elementos para la reflexión, información, datos, ¡bienvenido seas desconocido! Pero en este caso fue desagradable porque esto era un ataque frontal, taxativo y descalificador en reacción  a una opinión mía que incluía  links para informarse. Supongo que la persona en cuestión no leyó ninguno de los documentos señalados ya que no argumentó ordenadamente en relación a ello. Sólo se limitó a hablar de “superstición” que según él está reñido con la realidad “científica”. La verdad es que el incidente es menor, no tiene relevancia, pero me provoca esta reflexión.


El caso es que estas tecnologías permiten dar opiniones rápidas, a veces no muy pensadas, obedeciendo tal vez a un deseo de protagonismo. Cierto es –lo he observado en mí- que estos FB, twitter y otros medios similares provocan reacciones a veces infundadas y también un deseo casi incontenible de ver quien ha opinado sobre lo que publiqué, a quien le gustó la foto, o la reflexión que escribí. No hace falta más para darse cuenta que es un actividad básicamente egoísta. Pero no seamos injustos y digámoslo, gracias a estas tecnologías que se inventaron para aislarte, someterte –aún más-  a la ideología dominante y que te quedes en tu rincón leyendo las  cosas que publicaron personas que conoces o no, se han hecho posibles las rápidas convocatorias a  protestas, marchas, funas, tanto aquí como en Oriente medio y en Europa.

Segundo:
¿Qué es la superstición? Siguiendo la costumbre de algunos más duchos que yo en esto de escribir citaré el  diccionario de la RAE:
superstición.
(Del lat. Superstitĭo, -ōnis).
1. f. Creencia extraña a la fe religiosa y contraria a la razón.
2. f. Fe desmedida o valoración excesiva respecto de algo. Superstición de la ciencia.

¡Qué maravilla! El ejemplo que pone el RAE es justamente de lo que voy a hablar.
¿Contraria a la razón? Si observamos un poco lo que ha sido la razón en tiempos pasados vemos claramente que es un concepto que cambia con el tiempo y la ideología imperante. Y de acuerdo a la primera definición,  en tiempos pasados, y circunscribiéndonos a Europa,  antes de la revolución francesa, era razonable aquello que iba por los cauces señalados por la santa iglesia católica. ¡Curioso! La razón se inclinaba frente al dogma, vale decir algo totalmente irracional y que no admite cuestionamiento alguno por su calidad de tal,  y tampoco soporta la argumentación lógica. Se consideraba razonable en el estado feudal, los castigos corporales y hasta la hoguera para aquellos que desafiaban “la razón”. También eran razonables en el campo de la medicina las sangrías, la prohibición de disección, y la panacea de la ventosa. Entonces en este caso se puede llamar -siempre de acuerdo a la RAE- superstición aquello que se practicaba entonces, ya que se pensaba que aquellas técnicas eran eficaces, a pesar de la evidente insuficiencia e ineficacia que demostraban en el tratamiento de las enfermedades. 

Vino la revolución francesa y la iglesia cayó de su sitial dejando el paso a otra Razón, que esta vez fue elevada al rango de divinidad. (La déesse Raison, a la izquierda en una iglesia católica saqueada en París). Otra contradicción, que fue una manifestación de la necesidad del humano de creer en algo divino, mayor, mejor, omnisciente. Durante la revolución francesa se cerraron las iglesias y en muchos pueblos  se abrió un culto a la diosa Razón. Vino entonces el desarrollo de las ciencias, la ilustración, y todo lo que sabemos. Y de nuevo se manifestó esa creencia incondicional, férrea, inquebrantable que antes se depositó en la divinidad, ahora se ofrendaba en el altar de la ciencia. Y así ha seguido siendo hasta hoy en día, en que la gente tiene una fe ciega –excelente expresión-  en que la ciencia un día solucionará todos los problemas humanos, incluidos el cáncer de colon y el TOC. (Trastorno obsesivo-compulsivo que según algunos entra en la categoría de superstición psicopatológica)

Tercero:
Aquí es donde nace la divergencia. La naturaleza no tiene un  programa especial para el devenir del ser humano, ni para enfermarlo ni para curarlo. “Para el universo el hombre es un perro de paja” dicen los chinos. Sí existen en la naturaleza los elementos para preparar remedios que alivian la mayoría de las afecciones comunes, la penicilina es un ejemplo de ello, que dicho sea de paso su descubrimiento fue una  mera casualidad. Otro ejemplo olvidado por los paladines del cientificismo  es que aun hoy en día la gran mayoría de los medicamentos en uso utilizan las moléculas originales o copiadas- de plantas usadas por curanderos, chamanes, abuelas, desde los albores de la humanidad.


Pero al parecer el humano sí tiene una agenda de destrucción y de eliminación de todo aquello que frente a sus macabras invenciones es nombrado eufemísticamente “efectos colaterales”. La explotación a ultranza de los recursos mineros es un excelente ejemplo. Ya sabemos las consecuencias nefastas en la calidad  del agua potable que tienen las descargas legales o no, el término legal ya no es relevante para nuestro propósito ya que legal no siempre es sinónimo de inocuo. Relaves mineros, descargas de ácidos, lavado de petroleros en alta mar,  etc. No se ha olvidado de la muerte de los cisnes en Valdivia, causada por las descargas de las papeleras,  ¿verdad?
La agenda del homo economicus es simple: aumentar exponencialmente las ganancias y minimizar los gastos a como dé lugar. Esto lleva a inventar sistemas de explotación que efectivamente aumentan las ganancias de las corporaciones de manera inédita, y que llevan consigo un séquito de enfermedades laborales cuyo estandarte y gran generador  de enfermedades y padecimientos es el estrés. 

¿Y la superstición en todo esto? Es obvio. El ciudadano de a pie confía ciegamente en el poder de la ciencia, y a los detractores -como yo- los trata de “inadaptados”. El confía en que los daños colaterales, si los hay- serán resueltos prontamente, y hay muchos de estos efectos que se desconocen entre los ciudadanos, ya sea porque no conviene al industrial revelar el peligro de tal o cual invención, aparato o medicamento, o por simple ignorancia alimentada por el afán de lucro a toda costa. 
El caso es que estamos llegando a extremos intolerables de desinformación, tolerancia por parte de autoridades competentes, y daños “colaterales” o incluso cada vez más, derechamente directos, como la contaminación de las aguas, del aire a través de las antenas celulares, sistemas de wifi, excesos de sal y azúcar en la comida industrial, y…la televisión.

The idiot box, como la llamó algún gringo es el mayor vector de contaminación ideológica de los tiempos actuales.  
No podemos creer que la ciencia, que ya perdió su independencia- pueda resolver los problemas del mundo actual. Eso es una superstición ya que contradice la razón.  La ciencia ha sido raptada por grandes corporaciones que gobiernan el mundo, sin necesidad de estar en los parlamentos. El lobby, el cohecho, el soborno, en el campo de la salud y en tantos otros, prácticamente en todo aquello que pueda producir dinero, o servir de instrumento de dominación ideológica,  ha socavado las bases morales y éticas de la sociedad global, y ha sometido a una ciudadanía que se siente derrotada y sin ánimo de reclamar. “Es lo que hay” podría ser la frase que resume el pesimismo imperante, a pesar del reciente despertar de algunos sectores ciudadanos que se indignan frente a las estratagemas burdas y vergonzosas que permiten un mayor enriquecimiento a aquellos que son responsables de repetidas crisis.
Ante tal situación, pensar que la ciencia oficial pueda ofrecer un remedio para las grandes enfermedades de nuestro tiempo  y  que el cáncer pueda ser derrotado por corporaciones que lucran descaradamente con el sufrimiento de millones de personas, es naíf.
Y constituye una gran superstición de la ciencia.

Lautaro Huentecura 
octubre  2011, poco después del “día de la raza”
Qué maravilla! El ejemplo que pone la RAE es precisamente de lo que quiero hablar.